Creo que todos nos hemos parado a pensar alguna vez en cuál sería la casa de nuestros sueños. Si pudiéramos elegir dónde y cómo vivir, si pudiéramos elegir ciudad y no tuviéramos ningún impedimento económico, ¿cómo sería nuestro hogar?
Aunque yo lo había pensado alguna vez no fue hasta que alguien me hizo esta pregunta mientras tomábamos unas cervezas que me quedé unos segundos con la mirada perdida. Y entonces algo me sobrecogió: solo eso sucede cuando vislumbras un sueño. Lo único es que mi sueño es doble: me gustaría tener dos casas… ni una ni tres, dos.
Siempre he sido un gran aficionado al interiorismo y a la arquitectura doméstica. Uno de mis arquitectos preferidos, como el de mucha gente, es Frank Lloyd Wright, uno de los grandes pioneros en llevar la arquitectura de autor a las viviendas norteamericanas, en romper con los clichés del gusto clásico y crear un nuevo estilo más acorde con los nuevos tiempos y más adaptado al entorno. Puestos a soñar, me gustaría que una de mis dos casas estuviera diseñada por un Lloyd Wright renacido y dispuesto a realizar su última obra maestra.
Acostumbrado a hojear revistas de arquitectura doméstica, suelo tener especial predilección por California, lugar en el que hay verdaderas maravillas. No sería un mal lugar para tener una de estas dos casas, en un lugar cercano a la playa, no muy cerca de ninguna gran ciudad, pero tampoco demasiado aislada.
¿Y la otra casa? Esta sí me gustaría que estuviera en una gran ciudad. Y ya que estamos en Estados Unidos, lo suyo sería la Costa Este, ¿no? 6 meses en Los Ángeles y 6 meses en Nueva York, por ejemplo. En la casa de la ciudad pondría más énfasis en el interiorismo. Aquí dejaría que mi amigo Frank volviera a la tumba y tal vez contratase a algún especialista vivo. Y no, no quiero un loft, tan de moda que están, porque un par de paredes tampoco están mal.
Cuando terminé la cerveza, mi amigo me miró con cara de: “mejor no le hubiera preguntado”. Y es que los sueños, sueños son…