Es frecuente que comamos sin ser muy consciente de lo que nos llevamos a la boca. Y en el caso de los yogures es muy evidente. Muchas veces no distinguimos un yogur de un postre lácteo o de otro producto elaborado con una bebida vegetal. El yogur se hace exclusivamente con leche de vaca, de oveja o de cabra y puede ser de muy diferentes tipos, pero solo si pone yogur en el envase en lugar de postre lácteo, es yogur.
Esta diferencia es importante porque el yogur se elabora básicamente con leche y fermentos lácteos a los que se pueden añadir algunos conservantes y aromas. Es el caso del yogur de fresa que no es otra cosa que un yogur natural al que se ha añadido aroma de fresa, edulcorante o un poco de azúcar y, normalmente, un colorante para que nos recuerde a esta fruta.
Pero no tiene fresa ni nada que proceda de la fresa, solo un aroma que hace que al tomarlo nos sepa a la fruta. Por eso, puede ser consumido por aquellos que no pueden tomar fruta sin ningún tipo de problema y si son edulcorados y no azucarados y además desnatados, valen para cualquier tipo de dieta para adelgazar y para diabéticos.
El yogur con fresa, por el contrario, si contiene la fruta y puede contenerla en formas muy diferentes. Podemos hablar de un yogur con zumo de fresa, que tiene el jugo de la fruta y su sabor, pero que no vamos a encontrar pedacitos ni nada similar. Podemos hablar de yogures con trozos de fresa, que contienen pedacitos de esta fruta. Y también encontramos yogur con mermelada de fresa. Aquí ya entramos en la cantidad de fruta y de azúcar que pueda tener la mermelada para poder determinar cuánta fruta tiene el yogur.
Los yogures con fresa pueden tener también aromas para potenciar todavía más el sabor, de hecho, es lo más frecuente ya que no estamos acostumbrados a un yogur natural con pedacitos de fruta, sino a uno con sabor a fruta que contenga también dicho producto. La prueba está en que si te tomas en casa un yogur natural con trozos de fresa el sabor no es el mismo que el del producto comprando, resultando menos intenso y recargado, pero igualmente delicioso, sobre todo si acostumbras el paladar a los gustos más naturales.