Sabores que se asocian a una tierra

por | 26 agosto, 2019

Hay ciertos sabores que se asocian a una tierra de una manera muy clara. El sabor de la paella unido para siempre a Valencia, el de los calçots a Cataluña o el de el “pescaito” frito a Andalucía. Otros no son tal vez tan conocidos, pero para quienes viven en ese lugar tienen un significado especial, como el de las castañas gallegas, que durante siglos fueron para muchas familias lo que hoy son las patatas y que siguen formando parte de su gastronomía, tanto en cocidos y asados como en postres.

Por eso, apostar por este tipo de sabores cuando se realiza un producto que está especialmente orientado a una zona en concreto, aunque pueda venderse en más, suele ser un acierto porque la gente lo acoge como algo familiar, suyo y como algo positivo y que saben que les gusta. Pero ¿qué ocurre cuándo se asocian estos sabores a productos con los que jamás han estado asociados?

Pues eso se debieron de preguntar en una empresa gallega de lácteos, Larsa, en la que decidieron sacar a la venta yogures con sabores tan originales como el de las castañas o el del licor café, también muy típico de esta tierra. Y la respuesta de la gente no se hizo esperar. Cada nuevo sabor de la marca desaparecía de las estanterías rápidamente y todo el mundo quería ser el primero en probarlos y poder hablar de ellos.

Y todo apunta a que el interés inicial se ha mantenido y los yogures siguen teniendo mucho éxito en el mercado ahora que ya llevan un tiempo a la venta. Una iniciativa que ha podido parecer arriesgada pero que tiene precedentes de éxito, como el caso de los turrones que tienen poco de turrón y mucho de lo que cada uno quiera poner: turrón de tarta de fresa, turrón de coco, turrón de coñac…

En un mercado en el que a menudo se tiene la sensación de que se ha probado ya de todo, probar los sabores de siempre pero en un formato diferente sorprende y parece que gusta, excepto quizás en el campo de los helados. Y es que ha habido intentos por sacar sabores de platos tradicionales en este formato, como fabada o cocido madrileño, pero no ha sido una iniciativa que haya calado y la gente no se siente muy inclinada a tomar sus platos regionales en un cucurucho.