La pasión del médico

por | 20 abril, 2019

Conocí a Manu cuando los dos estábamos completando nuestra formación después de la carrera. Fue en unas jornadas contra el cáncer que organizaba una asociación en la que yo estaba empezando a colaborar como psicóloga. Manu era uno de los investigadores que se encargaba de dar una charla sobre el cáncer de pulmón en el que estaba se estaba especializando. Al principio me pareció el típico médico joven encantado de haberse conocido y no le presté mucha atención, pero era evidente que estaba apasionado por lo que hacía.

Fue al término de su charla cuando un amigo común nos presentó y estuvimos hablando un buen rato. Me dijo que estaba con una Beca investigación cancer España y que le ocupaba la mayor parte del tiempo. Para mí también era un tema apasionante ya que me estaba especializando en la atención psicológica a personas con enfermedades graves pero Manu tenía la ‘habilidad’ de polarizar la conversación. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me pidió el teléfono… y más cuando yo se lo di.

Aquel chico no me cayó nada bien, pero terminé quedando con él… y liándome con él. Las personas apasionadas pueden llegar tener un gran atractivo porque notamos que son capaces de darlo todo por algo: el problema es que un ser humano no puede sentir pasión por demasiadas cosas o, al menos, no puede dedicarle a todas el mismo tiempo.

Mientras él seguía con su Beca investigación cancer España yo empecé a trabajar en una ONG enfocada a la ayuda a pacientes con enfermedades graves y/o degenerativas. En realidad, Manu y yo compartíamos muchos intereses y nuestro trabajo estaba muy relacionado. Pero si hablábamos de nuestro trabajo siempre notaba que él lo hacía con condescendencia, como fingiendo interés por mi profesión por no quedar mal. Pero cuando le llegaba a él el turno de hablar, el mundo debía detenerse.

Tal como estaban las cosas, aquella relación no pudo prosperar. Cuando casi un año después de empezar a salir, le dejé. Admitió que en esa época de su vida estaba demasiado centrado en lo suyo, pagó los cafés y nunca más le volví a ver.